Me han resultado de gran interés las reflexiones de mis colegas de blog.
Sobre la omnipresencia que tiene hoy la palabra “desafección” como descripción de la actitud de la ciudadanía española hacia la política, y los peligros que entraña la indiferencia, cuando no el rechazo indiscriminado hacia los partidos, recomiendo un artículo publicado hace unos meses en El País de José Ramón Montero y Mariano Torcal, catedráticos de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y en la Universitat Pompeu Fabra, respectivamente, coordinadores del libro Political disaffection in contemporary democracies (Londres, 2006).
http://elpais.com/elpais/2013/06/11/opinion/1370978768_828729.html
Estos autores establecen una clara distinción entre desafección y descontento. Éste último no afecta a la legitimidad democrática, es coyuntural, puede corregirse a través de cambios electorales o mejorías económicas. En cambio, la desafección tiende a ser estable y se expresa a través de un desapego de los ciudadanos con respecto al sistema político, al sistema democrático en general. La idea no es ya que algunos (o bastantes) políticos son corruptos o/y ineptos, sino que lo es la política en general, con independencia de las ideologías.
A mí me llama la atención que en la calle y en los medios, la brecha entre los políticos y los ciudadanos se manifieste, cada vez con más frecuencia, a través de un discurso donde impera el “ellos” y el “nosotros”, dos mundos contrapuestos, totalmente aislados uno de otro; los políticos son vistos cada vez más como una casta completamente separada de la ciudadanía, aquella deshonrosa, ésta honrada. La realidad no es tan simple.
El dualismo moral, la visión binaria de la sociedad -egoísmo y corrupción burgueses frente a sufrimiento y moralidad obreros- y el maniqueísmo del lenguaje caracterizó también, hace 150 años, el discurso de los anarquistas que lanzaron las ideas antipolíticas, las cuales llegaron a tener una considerable incidencia mundial a finales del siglo XIX y principios del XX (perdón por arrimar el ascua a mi sardina pero, siendo mi actual tema de investigación, se me ha ocurrido establecer este paralelismo).