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 aplauso cerrado en homenaje a la diputada gitana Beatriz Carrillo de los Reyes

PRESENCIA POLÍTICA ROMANI Y DISCURSO DEL ODIO

El día 22 de octubre de 2020 no solo se rechazó en el Parlamento español la moción de censura contra el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, iniciativa del partido de ultraderecha VOX, sino que también se produjo un hecho lleno de significado: el aplauso cerrado en homenaje a la diputada gitana Beatriz Carrillo de los Reyes promovido por su compañera Adriana Lastra. La portavoz en el Congreso del partido en el Gobierno la mencionó expresamente en su discurso de respuesta a la moción de censura, dedicándole desde la tribuna un “arriba las gitanas” en lengua romaní.  “Opre Roma” es un lema común de las organizaciones gitanas y romaníes de todo el mundo: remite a la capacidad de lucha y resistencia de un pueblo europeo históricamente perseguido, castigado por un prejuicio racial especialmente efectivo, del que el holocausto nazi fue la máxima expresión, pero no la única ni última manifestación.

La iniciativa de Adriana Lastra arrancó un aplauso en las bancadas del Congreso, que Beatriz Carrillo de los Reyes recibió poniéndose en pie desde su asiento; fue un gesto histórico, en el que se reconoció de forma simbólica el valor de la presencia gitana en los espacios públicos -y más expresamente políticos- de este país. El motivo hay que buscarlo en algo que sucedió algunos días antes, cuando Beatriz Carrillo de los Reyes actuaba como Presidenta de la Comisión parlamentaria para la Igualdad y en contra de la Violencia de Género. En ese contexto, una diputada de la formación ultraderechista VOX, Macarena Olona, difundió por Twitter su desacuerdo con la actuación de la representante gitana de forma agresiva e insultante, aludiendo precisamente a su condición gitana: “Beatriz Carrillo, espectáculo -bochornoso- es verte denigrar el cargo de Presidenta. Pero, ¿qué esperar de quien ha sido capaz de abandonar al pueblo gitano por una poltrona pública?”.

Es ya de por sí significativa la paradoja de que alguien que ocupe un cargo público tan importante como el de Diputada en el Congreso califique genéricamente ese mismo cargo como “poltrona pública”, algo que merecería por sí solo un análisis, máxime si tenemos en cuenta que la representación parlamentaria -por muy degradada que esté ahora- nació en el contexto de procesos históricos conflictivos, en los cuales el triunfo del principio de participación política de la ciudadanía a través de las elecciones requirió revoluciones. Pero lo que motiva este artículo es la idea de que una mujer gitana supuestamente “abandona” a su pueblo por ejercer un cargo político. Subrayo lo de mujer porque me pregunto si Juan de Dios Ramírez Heredia, primer Diputado gitano en el Parlamento español, tuvo que escuchar algo semejante cuando ocupó su escaño en 1977. Junto al deterioro de la educación de la clase política española desde entonces hasta ahora, creo que el machismo profundo de VOX, encarnado en sus mujeres machistas, tiene también su papel en este ataque racista.

En cualquier caso, el twitter de la diputada de VOX la coloca en el diván del psicoanalista que proporciona la historia. Realmente, a Macarena Olona parece inquietarle profundamente que los gitanos se escapen de la jaula de hierro de los estereotipos y no se conformen con los lugares asignados. Según ella, una gitana deja de serlo por el hecho de salirse del lugar que -en su opinión- corresponde colectivamente, desde siempre y por siempre, al pueblo gitano. La política no les corresponde, según esta visión. Si una gitana ocupa un puesto público, este se convierte en “poltrona” y la gitana en “traidora”. Probablemente, Macarena Olona no tendría problema en valorar la presencia gitana si se quedaran en los tablaos flamencos y otros lugares en los que ella es capaz de imaginarlos, considerándose incluso amiga de los gitanos (cualquier racista puede sentirse antirracista si la competencia del “otro” no le amenaza en un espacio considerado propio y exclusivo, sino que se escenifica en lugares “exóticos”). Sin menospreciar el enorme valor de estos espacios artísticos estrechamente vinculados a los gitanos ni desconsiderar la autonomía que en ellos han peleado cotidianamente, no podemos dejar de ver lo que tienen de lugares de subalternidad construidos por la sociedad mayoritaria.

¿Por qué, según esta diputada de VOX, una gitana que hace política ha dejado atrás su identidad colectiva, la que es propia de su pueblo? La explicación está en la concepción del pueblo gitano que tienen tanto ella como -aparentemente- el conjunto de su partido (y, reconozcámoslo, buena parte de la sociedad que no se considera racista). Según esta visión, el pueblo gitano es arcaico y primitivo, en sentido cultural, económico, educativo, político… Colectivamente, es entendido desde esta mirada como un “problema” social, que hay que tratar en términos de lucha contra el analfabetismo, la pobreza y, por supuesto, la delincuencia. Según este mismo discurso, debe ser “ayudado”, desde las versiones más benévolas, para que pueda integrarse en la sociedad mayoritaria. En todo caso, estos discursos vienen a decirnos que el pueblo gitano está para ser dirigido y tutelado; no para autodirigirse y, menos, para dirigir a otros.

Por eso, la capacidad de iniciativa política del pueblo romaní representa un problema para quienes pretenden la prolongación un estado de tutela (y desigualdad jurídica). No solo ahora, sino desde el mismo momento en que empezó a organizarse un movimiento internacional romaní que reclamaba derechos e igualdad después de la Segunda Guerra Mundial. En un discurso comparable al de Olona en su intención final aunque muy distinto en su fundamento intelectual, un eclesiástico que había ocupado un importante cargo público con competencia sobre los romaníes franceses en la época de De Gaulle, se desgañitó para que fuera prohibida una asociación romaní pionera en la lucha autónoma por sus derechos. André Barthélemy, Aumônier National des Gitanes durante veinte años, aseguró entonces que los gitanos franceses no podían tener una presencia política propia porque sus características sociológicas iban en contra de las nociones básicas de la política moderna:  “su incultura, su espíritu de independencia, su nomadismo, les impide crear una patria o aceptar la autoridad de un jefe” (“leur inculture, leur esprit d’indépendance, leur nomadisme, les empêchent de se créer une patrie ou d’accepter l’autorité d’un chef”, Le Figaro, 18-5-1971).

Pero la jaula del estereotipo ya no funciona, no al menos con la eficacia de antes. No hay que olvidar que esta asignación colectiva de un carácter por el hecho de ser gitano o gitana pesa cotidianamente sobre la vida de muchas personas, limitando sus posibilidades e impidiendo el ejercicio de sus derechos. La presencia gitana en las instituciones políticas es fundamental para luchar contra esto. Conviene destacar por ello la reacción de Beatriz Tweet reaccion de Beatriz Carrillo de los ReyesCarrillo de los Reyes, porque nos recuerda que hay ya más representantes políticos gitanos de la ciudadanía española: como ella misma le contestó en las redes sociales a la Diputada de VOX, “pues acostúmbrate porque ya hemos llegado, pisando fuerte y sin miedo al fascismo. Sin espectáculos y broncas no sois nada”.

 

María Sierra, Catedrática de Historia Contemporánea, Universidad de Sevilla


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