La relación, compleja y soterrada, entre las culturas políticas y las emociones puede ser explorada desde perspectivas historiográficas que muestren la historicidad de los sentimientos, constructos culturales que resultan fácilmente naturalizables y que, sin embargo, dependen mucho de las condiciones concretas de cada tiempo histórico. La historia de las emociones, además, hace tiempo viene desvelando cómo los sentimientos dominantes en cada época son expresión de las relaciones de poder que atraviesan el campo social, a la vez que intervienen en la configuración de la vida pública y política de los diversos grupos humanos.