No es, claro, nada nuevo.
Ya R.G. Collingwood se refirió al trabajo del historiador como el del detective, que no da por bueno lo primero que se le cuenta, sino que se pregunta quién lo dijo, por qué, bajo que perspectiva, qué ganaba el que lo contó de aquella forma…
Entre los que han insistido en la visión del historiador como detective está Robin W. Winks que en su The Historian as Detective: Essays on Evidence, recopiló una colección de aleccionadores relatos sobre la dificultad para ser un historiador solvente, con la conclusión última de que, al, igual que el detective, el atributo básico de un historiador crítico es la desconfianza o al menos el recelo respecto a los testimonios del pasado ya que los documentos pueden ser propaganda, o pruebas reales pero sesgadas, o incluso haber sido por completo fabricados en otra época.